Hay días como hoy en los que recuerdo a Alenka y Darko, dos de mis perros que fallecieron uno detrás del otro y que dejaron recuerdos imborrables.
El día en el que falleció Darko, recuerdo que estaba en el baño del restaurante en el que trabajaba en California. La voz entrecortada y llorosa por un mensaje de whats app me daban una de las peores noticias que he recibido en mi vida.
Darko en cinco días pasó de ser un perro aparentemente sano a uno que sufría de insuficiencia renal y que según los análisis que le habían realizado, también padecía de osteoporosis en su columna. Mi mamá tomó la difícil decisión de hacerlo descansar porque a pesar del tratamiento no mejoró.
Lo más difícil de su partida fue que nunca me pude despedir de él, no pude cogerle las patitas, ni mirarlo, ni decirle que todo iba a esta bien. No pude acompañarle hasta que esos ojos de color caramelo se cerraran y se quedara profundamente dormido.
Dos meses después cuando regresé, el vacío que se sentía en ese entonces era tan notorio, a pesar del tiempo, y aún hoy, las lágrimas no dejaban de caer. Alenka, la mamá de él, trataba de completar ese espacio y de disipar los pensamientos y recuerdos que me ahogan en lágrimas.
No fue mucho el tiempo para que Alenka también me dejara. Fue en una madrugada de junio cuando me dediqué a hacer un trabajo de la universidad. Ella no dejó de jadear durante toda la noche, de tal forma que para la mañana que la llevamos a la clínica su lengua estaba morada, porque la sangre no llegaba.
Alenka murió de un paro al corazón y yo solo quería que todo fuera mentira. Que la imagen en la que vi cuando su cara se movió y se quedó echada en el piso era producto de un sueño. Quería creer que mis dos perros, los primeros que tuve en mi vida, no me habían dejado, que la vida no me podía quitar solo en cuatro meses a otra de mis mascotas. Un suceso que vino después de otro, cuando no había sanado la herida del primero.
No creo que el amor que sentí por Alenka y Darko pueda volver a experimentarlo con alguna otra mascota. Para ellos no había día en los que me faltara decirles que los amaba. La partida de uno y otro me hace pensar que ese vínculo mamá-hijo sobrepasa la i
A casi dos años de Darko y poco más de uno de Alenka, su presencia aún invade la casa y en mi sueños me reciben con la misma efusividad con la que lo hacían, como si el día del reencuentro se hiciera cada vez más cercano.
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